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38. Simultaneidad de proyectos


21.09 [11:56 hs]

Parece que tanto astronómica como astrológicamente el equinoccio tiene lugar mañana 22 y en sentido estricto no deberíamos estar hablando aún de primavera. Pero, oh, ya terminó el invierno de nuestro descontento, no jodan. Festejemos. Acabo de leer en Facebook a una gaucha que propone se decrete el día del desnudo. Quizás es un poco extrema. Pero aceptemos el florecimiento. Banquémonos la alegría de lo que renace. La piel y la luz. Los días más largos y las hojas precipitándose al cielo, no al suelo. La suavidad del calor. Arranca la primavera y yo con ella vuelvo al cuaderno. Ups, acabo de darme cuenta, me parece que abandoné esta práctica durante el invierno ¿podrá ser? Voy, me fijo y vuelvo.

¡OMG! Notable. Lo último que escribí a mano tiene fecha 28/6. Esta es una buena pista psíquica de mi talante escritural (si es que eso existe). ¿Será? ¿Seré tan tan sensible a los ciclos, tan inconsciente? Vengo pensando en reemplazar “hábito” por “dinámica” en la construcción de disciplina dentro de una flexibilidad difícil de definir, y esto es una especie de alerta, de esas que sólo el resgistro continuado te permite observar. Capaz que exagero, probable, pero aceptemos la intuición. Escribir todas las semanas tiene su costo, vengo dale que te dale con el temita. Pero lógicamente tiene sus beneficios también, nunca olvidar la otra cara.

Y los beneficios llegan a posteriori por lo visto, en la revisita, en la radiografía quejumbrosa de los estados, la borrosa brisa de energía que se cuela entre las palabras. Por observar esta cuestión que me alejó de los renglones durante el invierno me puse a mirar algunas cosas escritas acá mismo (este “acá” es el cuadernario, el dino rojo de la falda que se las está arreglando para volver a ser mi mascota). Acá mismo es mi mesa, la que se la da de escritorio, que durante el otoño estaba pegada a la ventana que da al norte y hoy, en su flamante versión estudio alias “jardín de invierno” se inaugura formalmente mirando al sur. A medida que pienso cómo mi letra se ha ido incorporando a las hojas del cuaderno y este a la mesa y las cosas a la casa y mi mundo lentamente al mundo de los otros en la red, con sus espacios o sus avalanchas, su temor de ser, conflictos, nimiedades o epifanías, a medida que avanzo en el avance de lo imperfecto recupero el pulso de escribir a mano. La letra se aclara tanto como el cielo ventoso de esta inauguración prepotente del buen tiempo. Parece un balance repentino esto. Queda una buena porción del año todavía como para meterse por ahí. Pero algo hay. Esta manía de morderme la cola, de volver a empezar, ouroboros de pacotilla. (Tengo la letra más redonda me parece). Hay mucho de metaescritura por acá. Unas dos o tres experiencias con suerte, como diría Piglia. A las que se vuelve y se vuelve de un modo nuevo.

Ahora huelo la casa de mi abuela, la de más de cuarenta años atrás. Lo hago ahora. Esa abuela que iba a ser protagonista de un posteo por ser la única que conocí y terminó cediendo el espacio a la fuente de mi segundo nombre, el que me completa, el que me configura. (Una vez, en una obra, una comedia, tuve un personaje con mi nombre, Norma, pero le agregué un segundo nombre diferente para separarme de mí. “Norma Beatriz” era una maestra con boletín médico hacía años, muy estresada por la incorporación de violentas trinchetas en las cartucheras de sus alumnos. Casada con Marce, el carnicero. Un espectador que conoció a mis padres cuando era chiquito me dijo impresionado que le parecía estar viendo a mi mamá de joven. Y yo en ese momento sentí que si me hubieran llamado “Norma Beatriz” hubiera sido esa mujer. Con esos gestos, esas dudas, esa manera de construir el mundo. / Sé cómo llegué hasta acá pero no sé por qué llego hasta acá ni cómo. Quiero decir, puedo rebovinar, nombre, abuela, casa, olor, experiencias, ciclo, ouroboros, balance. Lo que no significa que sepa por qué estoy contando esto. Ni que alguna vez logre saberlo. Ni que importe. Sé que estoy de vuelta en el cuaderno. Y que es primavera).

22.09 [15:27 hs]

Calor. Equinoccio. Me encanta la palabrita y se puede usar sólo dos veces al año (creo que en marzo estuve distraída). Solsticio no me impacta tanto. Se ve que soy más de las estaciones intermedias. ¿A ver? Etimológicamente equinoccio = igual noche / solsticio = sol estático. Correcto. Sigamos la corriente intuitiva del impacto. ¿Qué sigue? Calor. Otra vez. Estoy en mi estudio caja de vidrio con mi mesa que mira al sur, a la siesta, y si, es sabido: me cocino. Adentro hay un fresquito penumbroso ultra acogedor pero la verdad la verdad si me instalo ahí me duermo. Me hago la guapa y vuelvo a pensar en el proyecto del toldo para climatizar mínimamente. Y se abre el cielo, al fin la palabrita, me estoy dando el pie parece, dije “proyecto”. (Transpiro, es un hecho). (Sigo análoga, pero hoy cuento con pluma fuente. Me siento decimonónica :-p Ya sé que este artefacto, no, dispositivo que sostengo suavemente en mi mano derecha es un prodigio tecnológico, pero está pasadísimo de moda ¿verdad? Yo le tomé un cariño bárbaro cuando volví a agarrarle la mano. (Pufff, qué calor). La compré porque quería tener “la colección completa”. Parker azul: bolígrafo, portaminas, roller-ball y… pluma fuente. La uso cuando le toca, como ahora que el bolígrafo quedó adentro (está en el anillado de la libretita #llevarencimatodoeltiempoporlasdudassemeocurraalgo. La roller sin tanque (me falló el stock, suelo tener un repuesto para no pasar por momentos zozobrantes). (Hay una avispa en el techo de vidrio que se comporta de modo extraño. Está justo en la zona de la cenefa, tiene reflejo. O está pensando acampar por acá o se está cortejando a sí misma. (Ah, una brisa de aire fresco, qué agradable. Dicen que mañana la máxima va a ser de 20 grados, así de un saque baja la temperatura parece. Muerte y destrucción). (El Pancho acaba de abandonar su puesto en el sillón y se fue a la cucha que está en el lavadero. Estaría exagerando al quedarme acá parece. ¿A ver? Y si, 31° + la térmica del vidrio… Ahí volvió. Bien Pancho. La buena luz es cosa de valientes). Perdí la cuenta de paréntesis cerrados y abiertos. Estoy un poco dispersa ¿no? (¿Un poco?). En realidad tengo un grave problema de simultaneidad de proyectos. Ajá. Mi lista de dicembre del 2015 previó que en la semana 38 del 2016 (que está cargada) se me compliquen las cosas de puras ganas de hacer, lo que me hace tender a no hacer nada, de puro abrumada. Uff. Sigo mañana.

23.09 [12:58 hs]

El uso del navegador me confunde. Me la hace creer. ¿Qué somos? ¿Paralelos o secuenciales? (Mi alma nerd se anota un porotito en la pregunta). ¿Es verdad? Lo de las pestañas abiertas (las venas abiertas) los ojos abiertos acá de este lado de la red sin red, cuando los zorros y el cromo salen a explorar corriente abajo, allí donde nos reconocemos por analogía, pregunto ¿en serio se puede? ¿Somos multitasking o nos la pasamos switcheando de una ventana a otra como en definitiva sucede allí donde el lenguaje de bajo nivel se hunde en la web oscura (pienso en Pynchon ahora, inevitable). (Un colibrí se detiene a escasos metros míos, justo frente a mi mirada. Sólo es levantar la cabeza y verlo. No está haciendo nada, no interpela a ninguna planta, sólo se coloca ahí en el vacío y se mantiene a flote en el aire como sólo ellos pueden hacerlo). / Abrí unas cuantas ventanas a la vez y estuve un rato leyendo. Vuelvo acá que todavía la persiana está alta. A ver, pasé a octubre el tema de poner a punto mi sitio web que tiene un millón de páginas “en construcción” (lo único que realmente funciona es este blog y no tiene mucho protagonismo en el diseño, sin hablar de la críptica dirección web, se impone una urgente adquisición de dominio). Sip. No llego. (Estoy ocupando las “deadlines” para activarme pero tampoco la pavada). Lo del diseño web (vía Wix) viene fuerte: será también el lanzamiento del sitio de S. (hace mil años que se lo vengo prometiendo) y la vuelta a la web de Andamio Contiguo, el colectivo artístico (vamos todavía, no podemos cumplir 25 años sin presencia web, ya ya estamos cerca de vos 2017). Bue, todo esto postergado porque: me metí a hacer un curso on line sobre normativa de la lengua española (hay que corregirse con fundamento) y apenas miré una hoja. Y… tengo una materia en mente para dar el año que viene, pero a las unidades académicas la cosa de “en mente” no les va del todo así que necesito urgentemente bajar a tierra el asunto. Y mientras tengo pendiente la cuota diaria del blog (que me autoimpuse recuperar esta mismísima semana) no logro dedicarle tiempo real a nada. Tiempo real.

Tiempo real.

(Cuando me gusta algo lo repito. Soy el mismísimo corazón del ser en sí del arquetipo del adicto. Tendré que luchar toda la vida con el lado oscuro de esa energía y aprovechar su inagotable fuerza mononeuronal). Bueno, demasiado por hoy (no les conté que volví al bolígrafo). (Ni que mi predilecta para esta tarea es la roller punta fina negra. Tendría que comprar repuesto).

24.09 [18:11 hs]

Es hora de ir cerrando esta cosa, que hija de la simultaneidad de su título abrió y deambuló en unas cuantas otras sin lograr saber más de mí en el camino que lo que ya sabía antes de saberlo (digo porque mi lista parece que lo supo en diciembre y yo lo supe por lo menos cuando encaré el trabajo de la semana, no, incluso antes). Tengo varios proyectos, si, y son simultáneos, si. ¿Y? Nada, eso. A veces me vuelve tan loca no poder dedicarme a una sola cosa que no hago nada. Ajá. Como la inmensa mayoría, que yo sepa. A veces le encuentro la vuelta dedicándome “alternativamente” a uno solo de ellos, como si los demás no existieran. Para eso establezco sutiles esquemas de prioridades. ¿Funciona? A veces si, a veces no. La excepción excepcional a la regla (a estas cosas les presto mucha atención porque de alguna manera mi nombre está por ahí involucrado, seguro, y conocerme al menos un poco y hacer de mí alguien decente, mínimamente decente, se ha transformado en mi proyecto paraguas para ponerle un nombre, todos los demás subordinados a él, ahí debajo amparados por esta gran curiosidad sobre mí, que debiera ser a quien más conozco. Pero no. O empezando. Recalculando). La excepción excepcional a la regla es este blog que tiene su momento diario a partir de esta semana y veremos cuánto. Energía renovada. ¡Entrevistada! Si, legitimada. En el canon que más me interesa, el que está al margen del canon (aunque la palabra “margen” vuelve loco a M., el novio de F. quien me invitó a su primer ficticio programa de cable. Lo ficticio es el cable porque el programa es programa, conducido por la inefable Amapola Cósmica. (La foto que precede este párrafo es una visión onírica que tuvimos ambas del techo del set cerca del final del reportaje). No fui como directora escénica, ni como dramaturga o actriz. No. Fui como escritora. Es sencillo definir esa identidad, aparentemente. El escritor escribe. O sea. Sin embargo… Yo no supe decirlo realmente de mí hasta que no lo escuché dicho. “Es escritora”. ¡Apa! Si claro. Lo soy. Pero hasta ese momento no lo sabía cabalmente. Allá por la ¿semana 6?, la de astronomía me parece, hablaba de esta cosa de congelarme ante la preguntita del ser. Leí una frase de Kluge el otro día que habla del libro como “mapa de experiencia humana”. Ahí está la síntesis ¿no? Los proyectos como motores, generadores de experiencia. Y el blog como mapa. Oh, si. Creo que esto es un libro. Que deberá ser revisado editado corregido comentado aumentado, pero si. Un mapa. Con ruta previa trazada por azar, por impulso, por inconsciente puro. Continuará.

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