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49. Budismo


Esta semana me la pasé esquivando el momento de escribir. Venía complicada con "budismo" (acá tengo el impulso de poner el emoticono de WhatsApp que tiene los ojitos para arriba, a cada rato trato de poner ese emoticono en todas partes, a veces hasta mientras converso, me refiero a conversar con palabras con la boca no con palabras con los dedos). Arrancar pensando "vengo complicada con budismo" es lo más antibudista que puedo encontrar en plaza me parece. Así que bue. Con paciencia.

Me acordaba que hablé bastante del tema en el post sobre "Meditación" y que en aquel momento me preguntaba qué corno iba a escribir cuando me tocara "Budismo". Busco ese post para linkearlo acá y lo primero que leo a vuelo de pájaro, escrito en mayo, es "Necesito correspondencia". Claro. Siempre. Vaya novedad. Vaya simpleza.

El budismo tiene la extrema complejidad de lo simple. Se muerde la cola. Se devora a sí mismo. Lo entendés enseguida y te parece idiota e inútil. Lo pensás un poco más y te parece imposible y excesivo. Lo tenés cuando no lo tenés.

Que sea una religión sin dios a mí me rompe la cabeza. Es tipo "¿la creación? ¿un ser superior? vaya uno a saber, nunca lo sabremos en realidad, así que no es de nuestra incumbencia". Eso me resulta tan sabio como demente, tratándose de una religión. Re ligare, si, la mar en coche. Unir eso que anda disperso.

A mi me devolvió a la espiritualidad, el budismo. Le estoy agradecida. He vuelto a casa gracias a muchas de sus palabras, que jamás pretenden evangelizar ni salvar a nadie de nada. Al contrario. Si los sánguches de miga vuelan hacia vos, como hacia Pappo, el budismo te aconseja que los dejes venir. Ese ES un consejo zen (ponele) aunque no lo parezca. No se suspende el sufrimiento suspendiendo el sufrimiento, no nop. El sufrimiento desaparece si desaparece el deseo. Es tan claro Gautama, tan sencillo.

Bueno, pero hasta ahí llegamos. Con el budismo, digo. Mis respetos. Es que yo soy #teamdeseo. Soy fan. Está en el centro central del motor que alimenta la máquina que es la esencia de lo que vaya uno a saber que soy. Sufro como perra, qué duda cabe. Pero también desde acá se le puede morder la cola a la cosa, estoy segura. Ir tan al centro, tanto tanto tanto, que se llegue al ojo del huracán del deseo donde todo es calma y vacío, como en el nirvana.

Andá a saber qué le pasaría a Siddhārtha sentado hoy debajo del árbol, 2500 años después. Yo tiendo a sentir que el tipo me entendería y me alentaría a darme la cabeza contra la pared hasta que vea la luz saliéndome del cráneo, todo metafóricamente hablando por supuesto. O no.

Por supuesto que es la poesía el elemento por excelencia que navego. No me gusta el dualismo (igual que al budismo) y repelo las diferenciaciones tipo cuerpo/mente o material/espiritual aunque entiendo fácilmente lo mucho que hemos trabajado como especie para estar en semejante embrollo. De esta nadie sale solo.

La foto que ilustra el post es de mi mejor etapa de monja sabia. Creo que budista, por la túnica. Yo tenía una conciencia plena del vacío cuando era chica. Yo sabía que no era nada y que era todo a la vez. Lo experimentaba acostada en la camita que tenía un enrejado de madera a los costados, una especie de cuna ampliada. Creo que ese es mi primer recuerdo. El del vacío. Una experiencia existencial. Pero como puede observarse en la foto, el descubrimiento no me hacía mella para vibrar con lo mejor de esta existencia no existencia incomprensible. Guau. Qué grande que era. Hasta parece que estuviera cuidando un jardín zen con esa arena gris llena de pisadas.

Ahora lamento haber tardado tanto en ponerme a escribir. Es al pedo, yo digo que mi materia, ahí donde me zambullo, ahora es la poesía pero me voy de mambo porque en verdad me das un par de renglones y me las ingenio para estar en mi centro, que es también una propuesta budista tal como yo la interpreto. El camino medio. El presente. Ves, y me la paso rodeándolo al camino porque a veces lo que toco se parece al borde mismo del vacío y me entra un pánico sideral. A veces hasta se me da vuelta eso y el borde del vacío queda a la vista y yo estallo en lágrimas frente a desconocidos y escribo en un estado de calamidad incomparable cosas como esta:

todos se van

todos saltan

menos yo

Y no queda ahí ni un miligramo de lo que había en el momento en que ese poema se construyó a sí mismo. De hecho a mí me queda sólo una ráfaga, no puedo ni imaginar qué célula nerviosa será capaz de movilizar en alguno de ustedes, que me visitan con sus ojos. Sus ojos. Los tuyos. Qué agradecida estoy por eso. Sinceramente.

La dama de noche vuelve a estar llena de flores. Ahora acorde con su época. Y es su momento, el que la nombra, es de noche entonces su perfume invade todo el patio.

Es penoso estar tan cerca, tan cerca, y no ser capaz. No llegar al centro del huracán. Ser despedida por su fuerza. Habrá que sentarse debajo del árbol y esperar. Esperar a ser capaz de no esperar nada. Oh si. Eso es lo más sabio de la sabiduría mundial. Sin dejar de desear. Acabo de juntar las palmas de las manos mientras leo lo que escribí recién. Apoyé en ellas mi cabeza. Es suave el calor de las palmas juntas. Sereno.

Hace rato que bordeo un páramo, que me asusto y me comprendo y me contengo, que me hago la boluda pero que lo vengo viendo, con esta cosa de que escribir es para mí mucho más que escribir. Y que por eso le estuve esquivando tanto tiempo. Hay para mí bastante, aquí mismo, de salto al vacío. Es algo un poco difícil de reproducir. Mi lado oscuro. Una especie de compulsión a la completud, a la perfección, que es fácil entender que no, no da. No está. No es. No se puede. Y sin embargo.

Sencillamente debería calzarme una bata roja de baño y descalzarme de pies a cabeza. Pisar territorio lunar. Detenerme en lo sencillo. Soy una mujer afortunada. Lo soy. Lo sé. Quiero aprender a querer mejor queriendo más, que es lo que siempre quiero. Aspirar el perfume espontáneo de la noche, mandar un mensaje, recibir una caricia, mirar a mi perro, deslizarme en las teclas, salir a caminar despacio y sentarme a comer con S. en la avenida principal de una ciudad que todavía parece un pueblo.

Algo así. Una versión autóctona y personal de un lenguaje que hace siglos intenta. Iba a agregar una palabra, tipo "intenta X". Pero no. Simplemente intenta. Como todos.

No es poco.

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