48. Maestros
[03/12 - 02:15 am]
No debe haber más que una o dos cosas que aprender. Que se nos va la vida en aprenderlas. Esa es la principal. Que no vamos a lograrlo. Que no podemos. No importa cuánto intentemos de pronto queda claro, como puede ser clara una piedra, o un cielo plomizo visto desde un balcón. Siempre falta. Maldita sombra. Hay una esperanza de calamidad en la perfección. Hay un vacío ominoso parpadeando, desvaneciéndose. Ignoro quiénes son nuestros maestros. Cómo aislar el frío o el peso de nuestra rabia. Hay tanto herido y condensado en su parálisis. No puedo todo. No puedo nada. No hay ensamble. Sólo oportunidad y responsabilidad y bastante insomnio alquímico. Yo que siempre duermo. Sólo un núcleo de bondad, asustado, anhelando el encuentro de lo extraordinario en el medio del vacío. Docena de veces. Tardíamente. Con laxitud. Una cosecha que no alcanza a articular el corazón de su espejismo. Hay quienes pintan de noche la senda que nos habilita el paso. No camino por allí. Me pierdo otra vez en mis huellas, colina arriba o abajo. Me pierdo otra vez imaginando lo que se precisa de mí. Abnegada. Dispersa. El tamaño de nada sopla hace décadas sobre tu dulce intuición. Desear el deseo hasta el agotamiento. Caer rendida. Dejarme llevar. Es verdad, la distancia es infranqueable. Pero aún así soy lo que sé. Que puedo estar cerca.
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[04/12 - 18:20 pm]
El entramado inevitable, la conciencia del entramado, el saber del punto ahí, el punto de unión, y si es unión también oprime , porque aunque ínfimo en el mejor de los casos, el punto desplaza la parcela de la falacia del yo para ampliarse en la fantasía del nosotros inmaculado (e inmóvil), un nosotros más prosaico, más unidos por la corriente, más guirnalda de navidad, red de foquitos te enciendo te apago encendeme, intensidad quiero, no me parpadees, no te inquietes, no me dejes asustarme, no me prohibas, no camines lejos de mi guirnalda la tuya la luz tenue y sigilosa que se autoabastece en sus voltios endemoniados. Hay tan lejos y tan cerca siempre ahí insistiendo, la búsqueda de la distancia perfecta, la pericia del foco, la predilección por la intensidad, fluidez en libertad condicional, pánico a hablar claro, a volver atrás, a enredarme en los cables, siempre vinculados, siempre oprimidos en algún punto en el durante para darnos paso, darnos paz, darnos pasto, saliva y goce. El amor es un malentendido extraordinario. Siempre oprimidos.
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[5/12 - 02:00 am]
Jodeme. Vos decís que justo elige hablar cuando no puede hablar estar cuando no está avanzar cuando retrocede en el espacio físico. Jodeme. No me digas qué es así de idiota de autocompasiva de su idiosincracia. Jodeme. Agarrame. No puedo. No puedo más y el Merlot me acompaña en sentimiento. Hay una viscosidad, una elegancia pendenciera, un dejar caerse en las cosas de la histeria de la anfibia la androginia la manera sigilosa de estar en contacto a salvo a manotazos carcomidos por los tiburones que no fueron. Te quiero. De un modo molestamente enfermo poderoso y vital. Me obturo. Soy paralítica por antonomasia y por adopción. Mi estilo de vida es esperar ser rescatada de la silla y arrojada a la montaña. Ya está. Ya es hartante de un modo repetitivo. Claridad. Parálisis. Altura. NO SOY LITERATURA. NO LO SERÉ NUNCA. NO HAY NADA QUE DIGA NI AÚN EN LA FICCIÓN MÁS ADONIDA QUE NO VENGA DE LAS FAUCES MÁS OBTUSAS DE MIS ENTRAÑAS MÁS AFABLES. SOY YO. LO QUE ME QUEDA DE YO. LO QUE GRITO. LO QUE ALUCINO Y ME COMPORTA. ME CONFORMO. ME ADORMEZCO. ME ABORREZCO. ME QUEDO CONTENIÉNDOME MIENTRAS DEBERÍA SOLTAR LA CHAVETA Y MOSTRARLE EL CULO A LOS VECINOS DE ENFRENTE QUE DUERMEN DÓCILES. Y AHORA ME SIENTO CONFORME GRITANDO Y ASÍ ME QUEDO. Es como demasiado. Es como que lo único que siempre quise fue que mi cabeza parara en tus manos (escribí tantas veces este estado que al volver a verlo me deploro). Es como que estoy de acuerdo en que ya es demasiado. Que ya no puedo seguir pidiéndolo. Ni añorándolo. Ni vibrándolo más, con alcohol o sin él. No es gran cosa. No pasa nada. No le importa más que a un número ínfimo y minucioso de personas. Pero es tan tan idealista de mi parte que si se solucionara, oh sí, si se solucionara en verdad sabríamos que la revolución arrasaría para siempre. Transformaría todo. Porque sería el hombre nuevo antes del nuevo orden que forma al hombre nuevo. Y porque el hombre nuevo sería una mujer. No. Dos mujeres. No. Tres. La cifra. Jodeme. Es extraordinaria la sensación de escribir en el balcón. La altura me estimula. Me estiliza. Me pide pista. Jodeme. ¿Me vas a entender? ¿Vas a calmar este vacío? ¿Es necesario suplementarse ¿Es comprensible? ¿Es practicable? Porque digo, toda esta dinámica, el hábito de entrenarse en lo impensado como una gimnasia erótica que alienta la formación de estimulantes y catalizadores dirigentes, ¿vale la pena en la idiosincrasia del vínculo muerto de miedo? Hay chongos no hay relaciones. Hay pérdida de identidad no idiosincracia. Hay un vacío que nos estalla en la jeta. Hay unas ganas de vomitar palabras que no se condice, que se arrebata y reafirma en el ruido del cole que tapa tus ganas de dormir. Y de dominar. El mundo se nos viene encima. Así de calladito y de dócil. A aplastarnos viene. Y yo tengo una hipótesis pelotuda de entregarme a lo loco a enamorarme a lo loco y a vivir a lo loco y a tenerle un miedo pampa a la locura y a loquear un poco y a establecerme como una ser, una persona ser, un coso que escribe, un masacote que proyecta, una dispensadora de lenguaje que no entiende el mundo pero lo describe de a ratos.
Disculpas por estornudar de esta manera.
El año se acerca. A sí mismo. Tiende a su fin. Me da miedo dejar el blogario. Me asusta todo lo poderoso. Me da miedo mi propio poder.
¿Seremos?