19. Meditación
[11.05.16 / 23:28 hs] Pensar antes de actuar. La etimología me cagó. Yo no sabía que era eso la meditación, no lo era para mí. Y ahora que conozco su origen no puedo separarla de él y tengo que aceptarla así como es. Estoy furiosa. Me pone furiosa diferir, aplazar, quedarme en el molde. ¿Eso es meditar? ¿Pensar qué? ¿Actuar cuándo? ¿Pensar cuánto? ¿Hasta que pase qué? Es increíble cómo lo mínimo me altera. Qué frase confusa. No, parcial. Mal expresada. Interpretémos-me, a ver. La loca se pone loca por cualquier pavada. Si, es una posibilidad. No. Dice eso. Será. Yo quería decir otra cosa como que no son los grandes gestos, no es lo ampuloso lo que me desquicia. Es lo minúsculo. Ahora encima me quedo sin tinta. Menos mal que siempre tengo un tanque de repuesto en stock (pero hubiera preferido seguir con el negro). No sé de dónde venía, se cortó. Sé que estoy agitada. Callarme me agita. Agarré el cuaderno para serenar. Encuentro poderosamente restituyente el hecho de palabravomitarme en la hoja, es lamentable que los vaya a hacer partícipes y a la vez me parece lo más honesto del mundo. Oh si. A veces largo pura mierda, eso soy yo. Más que nunca incluso. Justo en la semana meditativa, amor y paz las pelotas. (Sé que cuando este envión pare me voy a llenar de tristeza y ahí si mejor que afloje con los renglones). Necesito correspondencia. [A ver, capaz que mejor me voy a Google a pedir una soga, no me dejes con esta mala impresión, tengo que remontar el post. No me voy a meter con la Vipassana de una, además tengo “budismo” también en la lista me parece, eso es para alguna otra semana, vaya uno a saber cuándo, la lista es la lista.] Hace mucho que no medito. En el sentido de sentarse y respirar y tomar como objeto de atención a la respiración y detener todo lo posible la corriente salvaje de pensamiento, de modo de conocer algo del comportamiento de mi propia mente bien encarnada. (Al final sí hablo sobre Vipassana en cierta forma). Digo que no medito “formal” porque no me siento en posición de loto, no uso el zafu para hacer zazen (ah si, yo tengo que incorporar léxico, siempre). Pero tengo los cinco, seis, siete, diez sentidos abarrotados exasperados muy abiertos últimamente, mindfullness ultrapluscuamplus, me engolosiné y estoy empezando a empacharme, supongo. Natalie Goldberg (segunda semana seguida que la menciono, gran gran amiga la Natalie, de años ya, es notable cómo se gestan afectos con la gente que ha dejado todo en el papel y llega hasta a vos de las maneras más [recónditas] (no sé por qué, pero quiero decir esa palabra)). Pos Natalie, que además de escritora es una practicante zen de añares (qué descripción pedorra, tendría que mejorar esto, una nota al pie al menos) tiene un libro que se llama “El gozo de escribir” en castellano, pero su título original es “Writing down the bones” que en mi ungaungaEnglish diría algo así como “escribir desde los huesos”, ponele. En una crisis el Pai Mei de Natalie (no logro sacarme la imagen del maestro de Beatrix Kiddo cada vez que hay un venerable anciano oriental dando consejos, no lo puedo remediar, y eso que tengo varios libros de Chögyam Trungpa con sus respectivas fotos que podrían tomar tranquilamente ese lugar, pero la irreverencia me puede, Pai Mei siempre será Pai Mei, gracias Quentin). (Ya me duele la mano por la velocidad que llevo, 23:51 hs., a la fuerza la respiración se fue acompasando, debo necesitar más oxígeno en el brazo, debe ser por eso). / / / / /
[un largo rato después, horario sin precisar, en Facebook…]
“Si tuviera un consejo para dar a un ser joven y del cual respetara la inteligencia, el ardor o la valentía, le diría: -No te apegues. No te apegues nunca. Demasiadas servidumbres encontrarás en tu vida que te forjarás libremente y al azar, y sin saber adónde te conducirá el compromiso asumido. Por el bien de otros como por el tuyo propio, no te apegues. La desdicha consiste en que se requiere haber estado frecuentemente apegado para conocer el precio de no estarlo. La atadura exterior tan sólo se siente, en cualquier caso, cuando el lazo interior se ha gastado o roto.” Marguerite Yourcenar. “Una vuelta por mi cárcel.”
/ / / / / [12.05.16 / 16:24 hs]
(Tu madrina, Marguerite.) Perdón el exabrupto. Estabas ahí en Face cuando volví y si, si, claro que si, pero tu madrina. Lejos. Lejísimo estoy de la iluminación. (No me termina de cerrar el último párrafo de M.Y. y para colmo no encuentro el PDF.) Meditemos. Lo que yo entiendo que entiende el budismo (qué corno voy a escribir cuando me toque esa palabra) dista mucho del uso habitual o de la creencia general o, válgame dios, de la versión edulcorada globoluda puesta en boga con tanta mala leche (el “si sucede conviene” es una de las frases más lamentables, retrógradas y jodidas que escuché en años). No hace falta aclarar que yo no entiendo nada de esto, que no soy ninguna especialista en la materia, ni lo quiero ser, y que lo que sale de mis dedos es la más pura prosaica opinión personal sin filtrar. (Algo que todos ya sabíamos). Hecha la aclaración, yo entiendo que el budismo propone observar el descalabro mental en el que estamos envueltos SIN REPRIMIRLO. Pero sin darle importancia, porque eso sería una insensatez. ¿Qué importancia puede tener para mí, ahora, que escucho pajaritos rondando mi cabeza con la preciosa luz del día cayendo en diagonal a mi ventana, el estado calamitoso de furia en el que estaba envuelta anoche? (Un poco larga la preguntita).
Si. Es lógico. Tampoco serán importantes los pajaritos en el próximo estado que describa (que aclaro se suceden en tropel a diario a razón de… unos cuantos por hora, seguro). La importancia de mis pajaritos actuales es esa, que son actuales. Que están AHORA. No son trinos pasadológos ni forman parte de una camerata futurista. Me suenan en la cabeza YA. Y es todo lo que tengo y todo lo que importa en este momento y… es pasajero. Claro que sí. Cómo no. Todos lo somos. Glup. Los tipos se matan, realmente. Para laburar esta idea de la impermanencia que tan jocosamente describo algunos monjes budistas (creo que tibetanos, pero no puedo asegurarlo) trabajan en meditaciones que consisten en sentarse a observar un cadáver en descomposición. Humano. Hagamos el esfuerzo de rechazar el rechazo que la imagen provoca. Pensemos en el pensamiento budista y su idea del vacío, del deseo como generador del sufrimiento, y veamos a ese monje viendo la putrefacción de la carne. Tiene una lógica espeluznante (hay luz en esa palabra). Somos ese cadáver, parece decirnos esa práctica. ¡Ah! Me acuerdo de una leyenda etimológica urbana (qué nerd estoy por dios). Estudié un año latín y mi profesora nos contó esto que, para describir correctamente, recupero de la web. Si, claro, ellos también, la gente del sitio http://etimologias.dechile.net piensan que “cadáver” viene de cado, que es caer o caído. Pero cuenta la leyenda que los romanos escribían una frase en las lápidas que con el tiempo se iba borrando. Vaya uno a saber por qué razón climaticogeológica sobrevivían sólo las primeras sílabas, por lo que se supone que “cadáver” provendría de “Caro Data Vermis” que es lo mismo que decir “carne dada a los gusanos”. Lo cierto es que la gente del sitio aclara que se conservan “cientos de miles de inscripciones y en ninguna dice esa frase”. De todos modos creo que esto es lo más cerca que estaremos jamás de la extrema experiencia meditativa budista que mencioné. [Sidenote: si les interesan los puteríos etimológicos la página de “cadáver” no tiene desperdicio. Hay mucho más material, con acotaciones extrañas como “eso es etimología popular” (¿?) o la recurrencia a la “leyenda” comentada. ¿Por qué habremos necesitado contarnos esta historia? Incluso hasta aclaran que los romanos incineraban a sus muertos. En fin, una narrativa paralela ahicito nomás, a un par de cliks en the wonderful web.] La luz baja y los pajaritos están algo abrumados con el olor a podrido. "Cortala”, me dicen, “queremos piar/graznar/cantar tranquilos” (pajaritos en la diversidad vocal). Lo acepto. Uno acepta con cariño, con devoción (y por tanto con algo de desesperación, oh Marguerite) los estados de felicidad. Sip. La noche acecha, ¿pero a quién le importa? Aplicar el reverso de la luz que está siempre en la más… [no me sale la palabra correcta y muero muero de ganas de decir “albóndiga”, es una palabra que debería sonar así, usémosla, qué mierda] la luz está siempre, aún en la más albóndiga oscuridad. Esta frase anterior no cerró. Decía que aplicar el reverso de la fase albóndiga es cruel. Será budista, pero es cruel. Yo entiendo, no, yo quiero entender que hay una gran satisfacción en el hecho de circunscribir un poco el espectro emocional. Si el pajarito y la albóndiga no están TAN lejos de tu centro podés conseguir transformarte en un ser que parece estable, aunque no vas a parar un segundo de vibrar y ondular como todos y todo lo demás. Vapulearse entre la euforia y la depresión es desgastante, realmente. Acotar, una mini versión alrededor de un eje lo más limpio posible sería mi versión personal del desapego que propone M.Y. , que, justo es decirlo, la sabía lunga. / / / / / Si honro la versión etimológica de pensar antes de actuar no escribiría nunca. Actúo mientras pienso. [Escribir es físico, físico, físico, esto lo agrego ahora que paso los garabatos del cuaderno a la máquina]. Quizás por eso el Pai Mei de Natalie (dejé como mil nudos abiertos en esta, ¿no?) le recomendó que se deje de joder y se ponga a escribir como loca porque esa es SU forma de meditar. (Tendría que buscar ese texto, es muy hermoso). Yo insisto en esta cosa de la búsqueda de lo genuino, lo esencial, lo que sea que me convoca y está ahí y mi cuerpo todo (incluye mente alabada seas afrontemos valientemente la falacia del dualismo) me dice que está ahí mientras escribo. Momentos en que todo se suspende, se “irrealiza”, y formo parte de un masacote indiscernible en el que no pienso ni me pienso ni actúo antes o después: soy, pura y llanamente, a secas. Y no hay felicidad ni pesadumbre. Hay. Hay hacer haciéndose y eso es como miel en la boca y al decir esto tan jugoso y cristalino y perenne todo de nuevo desapareció. Eso permite la meditación, ser testigo y parte. Respirar. Perderse en la profundidad de una inhalación. Y soltar, oh, Marguerite, con lo que me cuesta. A veces entiendo que el punto de llegada sería un estado como el del presente de los animales, pero habiendo atravesado el mundo de la consciencia. A veces. Otras pienso eso que acabo de escribir y me siento una idiota a pedal. Nada importa. Todo importa. Pero sucede una cosa a la vez o muchas a la vez, siempre ahora, ahora, ahora, ahora... Yo en esta estoy a muerte con Baldwin. ¿Ya lo cité en el blog? Lo conocí hace poquito a James, gracias a María Popova (díganme por favor que no hice ya esta cita). (Igual creo que si la hice en definitiva no importa, sólo hablará de mi mala memoria y de los beneficios seculares de la redundancia). Tengo que llenarme de PDFs de este tipo y de la querida Marguerite, que me están atropellando de lo lindo últimamente. Como Octavio. ¿De dónde saco tiempo para atendera a tanta gente?).
"The state of birth, suffering, love, and death are extreme states —extreme, universal, and inescapable. We all know this, but we would rather not know it. The artist is present to correct the delusions to which we fall prey in our attempts to avoid this knowledge." "El estado de nacimiento, sufrimiento, amor y muerte son estados extremos — extremos, universales, e ineludibles. Todos sabemos esto, pero preferimos no saberlo. El artista está presente para corregir las ilusiones de las que somos presa en nuestros intentos de evitar este conocimiento." James Baldwin.
Es tan claro. Tan perfectamente conciso. Toda la condición humana está ahí, en una frase. Los pajaritos, los gusanos, la luz y la sombra, la noche y el día. Me había puesto como tarea cerrar el post hablando sobre la palabra “temple”, pero es un interés nuevo y se abre un camino frondoso a partir de ella. Me topé con un pedido de la Callas a la luna… bueno, si, mejor, para qué lo explico, acá está:
Wikipedia dixit:
Norma es una tragedia lírica en dos actos con música de Vincenzo Bellini y libreto en italiano de Felice Romani (basado en la tragedia Norma, ossia L'infanticidio de Alexandre Soumet), estrenada en La Scala de Milán el 26 de diciembre de 1831. Se considera un ejemplo de la mayor altura de la tradición belcantista. "Casta diva" fue una de las arias más conocidas en el siglo XIX y continúa siendo una de las más populares del repertorio lírico. Casta Diva, che inargenti queste sacre antiche piante, a noi volgi il bel sembiante senza nube e senza vel... Tempra, o Diva, tempra tu de’ cori ardenti tempra ancora lo zelo audace, spargi in terra quella pace che regnar tu fai nel ciel... ¡Casta Diva, que plateas estas sacras antiguas plantas, a nosotros vuelve el bello semblante sin nube y sin velo! Templa, oh, Diva templa estos corazones ardientes, templa de nuevo el celo audaz, Esparce en la tierra esa paz que reinar haces en el cielo.
Llegué a esta famosísima aria porque por primera vez en mi vida me interesé en la ópera Norma (cincuenta años me llevó esto, dada mi curiosidad, un verdadero misterio). Y resulta que mi nombre, que es una derivación del masculino Norman -hombre del norte-, se acuñó según algunos directamente para esta ópera (que está basada en una novela, razón por la que es necesariamente creación anterior de su autor, Alexandre Soumet. Gracias Alexandre).
[hoy / ahora]
Quiero decir dos cosas con respeto a esto: que el origen de mi nombre está dado por el arte y la cultura (más precisamente de principios del siglo XIX), probablemente eso me explique de muchas maneras que no había imaginado. Y también que en la famosísima aria de esta ópera se le pide nada menos que “temple” a la luna. Y eso no es muy distinto a lo que estuve tratando de decir que entiendo por meditación.
Hoy me siento segura. Todo el día me sentí segura. Plena. En mi centro. Ahora es así y es todo lo que importa. Cantan los pájaros también, y la luna tiembla igual que yo, entonces me lleno de templanza. Que a veces, desde un centro en el que intento morar, ondulante, es como decir anhelo, o sintonía, o sinfonía. O amor.
Entonces medito, cabalgo la ola de lo pasajero. Su misterio.
Y las estrellas están ahí. Son nuestras.