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20. Para un post semanal ¿seis escrituras diarias y un sabático?


[19.05.16 / 15:55 hs] Se ve que el año pasado estaba muy preocupada por el método. La entrada número 20 de la lista lo demuestra, parece decir "¿cómo corno voy a hacer lo que me propongo?" Uff, una pregunta de todos los días (tiendo a entusiasmarme organizando sistemas sofisticados para que las cosas ocurran y después me entusiasmo con otra cosa o simplemente es más poderosa la estructura que el contenido que se suponía debía discurrir en ella). (Antes de seguir: ¡segundo número redondo del año! VEINTE semanas. No voy a tener derecho esta vez a decir "¡oh oh oh cómo pasó el año! " Minga. Día a día pasa. Acá tengo montado mi observatorio, estamos en eso). / / / / / [20.05.16 / 10:03 hs] Hoy siento que todo se reduce a que estamos en el medio de una gran conversación. Infinita. Voraz. Ya estaban hablando de todo cuando se nos ocurrió venir, y con suerte lo seguirán haciendo cuando no estemos. Es tan básico y evidente que vamos y venimos en nuestro personal camino de entender/nos, aunque sea un poco, o de a ratos. Y toma tantas infinitas formas. Hoy tengo ganas de pensar maneras en que esas formas no encorseten (no suena del todo bien “encorseten”, formas no encorsetadas, ahí está, ahí mejora). Cada vez que algo cristaliza un deseo más enmudece. Cada vez que una forma se rigidiza perdemos porosidad y nos hacemos más opacos.

“Lo que nos ocupa es la conciencia, esa abuela que regula el mundo.” (Invisible)

También lo que se abre sin parar se transforma en tan pero tan esponjoso, tan absorbente, que su devenir parece puro sofoco, y llega al mismo puerto no deseado o no intuido o no o no o no. Ese estaría siendo mi lado últimamente. ¿Por qué, para qué seguir entregando palabras enardecidas al mundo? ¿Qué fuego alimentar? ¿Las manos levantadas, las flores en los desfiladeros, el insomnio errante, la búsqueda del paraíso? Ya todos lo dijimos, todo lo dijimos (si repito una vez más la palabra dijimos dejaré de saber qué significa). Seis días y un sabático para repetir palabras hasta vaciarlas por completo, como bolsillos dándose vuelta, cayendo pelusas de su nada dormida, bolsillos ombligos, palabras resecas, incomodidad. ¿Por qué una verdad lo sería más que otra? ¿Cuál es el límite? El cuerpo, la sangre, el hambre. Eso está claro. ¿Pero y qué más? ¿El amor qué? Los hábitos de trabajo pueden ser también hábitos de control. Lo son. El domingo posteo, gracias al cielo.

“Las manifestaciones nos permiten conocernos e intercambiar opiniones, incluso lamentar las vidas perdidas en vano.” (Jasmina Golubouvska)

¿Es “control” la palabra encubierta en el título de esta semana? Afirmemos. Si. El hábito es una estrategia de control. El control es una ilusión de seguridad. Pero también un marco de referencia. Ojito ojota, hablo de auto-control, para uno, para sí. ¿Existirá algo que sea exclusivamente para uno? Afirmemos. Nada es puramente individual. Lo más recalcitrantemente interno se expande como margarita de pétalos abiertos (grandes, tirando a girasol), como poro sudado tropicalísimo, como foca aplaudidora. Mirá que se va a quedar adentro, pfff… Sale a dar la vuelta, hasta en el aire que respirás y soltás, te guste o no, y ahí va el pobre que estaba al lado tuyo y se lo traga. Todos estos años suspirando, exhalando e inhalando vaya uno a saber qué sueños húmedos, fantasías inconfesables, nostalgias de otoño, pasos perdidos… Son posturas, quevaser. Tenés al que se da cuenta que si todos y cada uno nos ponemos a laburar en serio, pero en serio, en hacer de la propia humanidad algo minúsculamente, pero minúsculamente digno, apenas apenas digno, la cosa ya empezaría a parecer diferente y las palabras vaciadas por su repetición remota volverían a tomar control de sí mismas, sin que nadie las eche de su vocabulario. Y tenés al que esto le parece una pedorrada total (y lo es) y encuentra otro camino y va y se inmola. Si, se inmola. Eso hace. Se entrega. A veces le da un ataque y desespera pero puede más la fuerza de su voluntad (arrolladora), el compromiso. A por todo. Ahora. Mañana. Todos los días. Y en comunidad, individualismo las pelotas. Admiro profundamente esta posición y duelo a diario la sombra de desprecio a mí misma que su autonomía genera, sombra arrojada sobre mi cuidada parcela. No puedo. Yo no puedo. Y vaya que quiero, pero no puedo. Apenas puedo conmigo. De verdad. Hasta lo soñé. Estaba sola en la Plaza de Mayo con una bandera roja. Era de noche. Y la mirada era la de una cámara subjetiva. Mi mirada. Una subjetiva. Mi mirada de metro cincuenta y cinco hacia arriba, a la bandera y al cielo, a la noche. Y alrededor, nadie. Hacía frío. La bandera ondeaba con mi esfuerzo, la respiración se desgajaba en un breve humo helado. Y nadie. Pero nadie nadie. Me fundí. Se me pelaron los cables y no hubo cinta aisladora que los pueda volver a pegar. (Aislada también sigo sin pegarlos). Somos jerárquicos y eso me martiriza. El mamífero es jerárquico y caga todo. Hagamos como que ¿silogizamos? Soy mamífera. Cago todo. Me martirizo. Los mártires son la mayoría constante, después están los aplastadores de mártires, la fuerza de trabajo de los quince que demuelen las posibilidades de millones. No aprendimos nada. Seguimos conversando, cada vez en modos más sofisticados, complejos, poco sustentables, jodidos, y no aprendimos nada.

Tengo la fantasía idiota de que lo que digo alguna vez le sirva de algo a alguien. Esa es la lucha que elegí dar. Hago esfuerzos importantes para encontrar mi palabra, fuera de joda. Batallas personales. Yo y mi fracaso, yo y mi narcisismo pelotudo, yo y mi ansiedad espantosa, mi deseo irrefrenable, mi estupidez, mis ganas de todo a toda hora y de no saber esperar y de querer siempre y de tener miedo y… Lo de todos, digamos. A mi manera, diría Sinatra, y mami que lo quería tanto. Elegí escupirlo en letras, lo que a veces significa escupirme, a veces esculpirme, a veces me da un trabajo horrible, a veces es fluído como agua de manantial. Y toda su ilusión, la de esa palabra salida de mi que se desbocó y se aleja suelta, es la del contacto.

/ / / / /

Se me da por sumarme a la conversación, entro a Facebook y veo esto:

"¿Se acuerdan que hace 1 año en Valparaíso, Rodrigo Avilés sufrió un ataque por parte de Carabineros al recibir un impacto del chorro del carro lanza agua en la cabeza? Esto no es Valpo es Puerto Montt y es un pescador protestando porque las grandes empresas le quitaron su mar."

Lo compartía Juan Salvador, diciendo: "Puerto Montt, Valparaíso, París, Brasilia, Sao Paulo, Nantes, Atenas, Madrid... próximamente Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe... los nuevos CAMIONES REFRESCANTES para todo público! "

Ya no puedo decir agua, fluído, manantial. No puedo ni imaginarme tantos y tantos dolores que se suceden unos a otros, se corren mordiéndose los talones, susurrándose insultos, llenos de frío y miseria. Los leo, los interpreto, los revalido en mi inválida quietud, en mi existencialismo lastimado. Pero no hay nada que pueda hacer que me consuele, excepto...

"Tener el coraje de ir en busca de la flor que se encuentra al borde del abismo.” (Stendhal)

Excepto...

“No esperar nada del mundo. Estarse inmutable en los desastres. Reconocer que aunque no fueran desastre no por eso serían otra cosa que consuelos. Conocer que la esperanza es una mentira, que lo absoluto es la única aspiración legítima y que es inalcanzable.” (Alejandra Pizarnik)

Excepto destilarme.

Y el resultado viene a ser más o menos esto. A veces. Con suerte. Si lo pienso con un poco de lugar común y bastante alevosía la moneda del absoluto estuvo dando vueltas todo el post, mostrándose alternativamente en cada una de sus dos caras ¿no? ¿Será así? ¿Que tengan que seguir condenadas a dar vueltas en el aire, pegadas una al lado de la otra sin verse? ¿Cuál es la posibilidad estadística de que la moneda caiga de canto y se sostenga? ¿Una en…? ¿Cuál es nuestro gran sueño?

"Febrero de 1917, estalla la revolución más violenta de todos los tiempos. En una semana la sociedad se deshace de todos sus dirigentes: el monarca y sus hombres de leyes, la policía y los sacerdotes; los propietarios y los funcionarios, los oficiales y los amos. No hay ciudadano que no se sienta libre de decir en cada momento su conducta y su porvenir. Surge entonces, de lo más profundo de Rusia, un inmenso grito de esperanza, en esa voz se mezcla la voz de todos los desesperados, los humillados, los desdichados. En Moscú, los obreros obligan a sus dueños a aprender las bases del nuevo derecho obrero. En Odesa, los estudiantes dictan a su profesor un nuevo programa de historia de las civilizaciones; en el ejército los soldados dejan de obedecer a sus superiores. Nadie había soñado jamás con una revolución así. Ahora ese sueño circula por las venas de todas las almas desesperadas y desdichadas de este planeta. La gran debilidad de muchos “revolucionarios” consiste en su absoluta incapacidad de entusiasmarse, de elevarse sobre el nivel rutinario de las trivialidades, de hacer surgir un vínculo vital entre él mismo y los que lo rodean. El que no puede enardecerse, no puede enardecer su vida ni la de los demás. La fría malevolencia no es bastante para adueñarse del amo de las masas. Muchos revolucionarios contemplaron la revolución con envidiosa alarma. Es que la vida personal de los revolucionarios siempre traba su percepción de los grandes acontecimientos en los que participa. Pero la tragedia de las pasiones individuales exclusivas es demasiado insípida para nuestro tiempo. Porque vivimos en una época de pasiones sociales. La gran tragedia de nuestra época consiste en el choque de la personalidad individual con la comunidad. Para alcanzar el nivel de heroísmo y abonar el terreno de los grandes sentimientos que dan vida, es menester que la conciencia se sienta ganada por grandes objetivos. Toda catástrofe individual o colectiva es siempre una piedra de toque, pues pone al desnudo las verdaderas relaciones personales y sociales. Hoy día es necesario probar este mundo. El poeta, por ejemplo, se sintió independiente del burgués y hasta se peleó con él. Pero cuando el asunto se trató de la revolución, resultó un parásito hasta la médula de los huesos. La psicología del individuo así mantenido y dedicado a ser sanguijuela humana, no tiene rastros de bondad de carácter, respeto o devoción. Hoy día los señoritos estudian todavía en libros a costa del sacrificio de los explotados, se ejercitan en periódicos y crean “nuevas tendencias”. Pero cuando una revuelta se produce en serio, enseguida descubren que el arte se encuentra en las cabañas, en los más recónditos agujeros, donde anidan las chinches. Es necesario derribar a la burguesía porque es ella quien le cierra el camino a la cultura. El nuevo arte no solo desnudará la vida, sino que le arrancará la piel. Amar la vida con el afecto superficial del deleitante, no es mucho mérito. Amar la vida con los ojos abiertos, con un sentido crítico cabal, sin ilusiones, sin adornos, tal como se nos aparece con lo que ofrece, ésa es la proeza. La proeza también es realizar un apasionado esfuerzo por sacudir a aquellos que están embotados por la rutina, obligarles a abrir los ojos y hacerles ver lo que se aproxima. ("El gran sueño". León Trotsky.)

The Big Dream

(David Lynch. Moby reversion featuring Mindy Jones)

Love is the name in the wind the wind blows through the trees and stars we make a wish to be together this night when we dream together we'll remember when we dream together the big dream the time has come to say the words we want to hear the time has come to say the words we want to hear it's the big dream

/ / / / / En el primer cuatrimestre del año escribía seis veces a la semana ("seis escrituras diarias” es una construcción de mínima confusa). Todas las mañanas, apenas me despertaba, una hoja por día. Posteaba el domingo y el lunes descansaba. Ese era mi sabático. Mientras escribo me doy cuenta que, en realidad, hice un culto del “lunático”. Y desde que salté al cuaderno rojo, en la semana 15, cambió todo. Escribo como puedo, cuando puedo, pero escribo. Me descontrolo. Quiero caer de canto. Hacer mi parte en la conversación. Ser mi sueño. El nuestro.

(Y dar vuelta todo de una puta vez).

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