23. India
8 de Junio de 2016
Se me llena la boca de especias. Fragante. El país que huele a todo a mí me explota de cardamomo al pronunciarlo. Si creo que en algo lo conozco es por su cocina. Por la cocina de S. de su cocina, nuestra versión acriollada digamoslé, nuestro masala. La cocina india es la más cúrcuma de mis debilidades. Sin la misma vaca sagrada en el patio, reemplazando su ghi por leche de coco, producto de Tailandia o de Taiwan (tendría que buscar la lata).
12 de Junio de 2016
La verdad que conservar ese párrafo de arriba es una especie de culto a la rengloneidad. Quiero decir: esas líneas fueron lo único que escribí en la semana en mi cuaderno blogorístico. ¿Por qué? Ni idea. No hubo forma. Pero PENSÉ todo el tiempo en el post. Debo haber hecho una docena, mínima. Lavando los platos me había salido uno buenísimo, fluído, una idea detrás de la otra detrás de la otra…
Pero no escribí nada. Ya va. Ya lo hago. Después. ¿Cómo era? Me olvidé. No importa. Será otra cosa. Será lo que quiera ser. O nada. No, eso nunca, ¿cómo nada? Si, nada. Tranquilamente podría ser nada. Más aún tratándose del subcontinente del que no sabés realmente nada, o sea. Pero está en la lista, maldita lista. Arremangate. Apechugá.
Así llego ahora mismo aquí, directo a la netbook, sin escalas en la hoja rayada, no hay tiempo. Palo y a la bolsa. India mon amour, ¿qué hacés acá? ¿Qué venís a invocar además de tus fragantes especias?
Claro, independientemente de que su cocina se coló en casa hace algunos años, de chica decir India era decir especias. La ruta de las especias para ser más específica. La que hizo que Colón nos descubriera, por fin nos descubriera. Un matete así, digamos. Y de ahí, sin ninguna aparición adicional, directo al yoga. “Ioooooga” diría E., que fue mi profesora durante un año. Hatha yoga. Dos veces por semana. Fanática de la Serie Rishikesh me hice (y me aprendí los nombres de las asanas en sánscrito, por supuesto). (Fanática de cualquier cosa me hago yo por lo visto).
Creí que había encontrado mi actividad física, porque no es sólo física, y que estaba hecha a mi medida. Me embolaba un poco con algunos sermones espirituales del inicio, pero trataba de mantenerme abierta y de aprovechar lo que podía, que en general era mucho. Me encantaba el trabajo físico centrado, concentrado, individual pero comunitario (como subir en grupo un sendero en una montaña dijo E. una vez, y si, había algo de eso). Limpio y sencillo, sereno, de tensión y relajación, de fuerza y elongación, aeróbico y no, recuperando cada vez el aire en Savasana o postura del cadáver (aprendamos a respirar y a morir tranquilos parece decirnos a cada rato esta disciplina de la India).
Un día, mientras saludaba a E. al finalizar la clase, nos quedamos conversando. No recuerdo bien el tema, pero ella estaba preocupada por la juventud, y señalaba lo que veía habitualmente en el bar que está al lado de su salón. Y, así, con una terrible inquietud que se ve que la perturbaba, agregó a lo que venía diciendo “tanta confusión, tanta homosexualidad…”
WHAAAAATTTT???
“¿Por qué decís eso? ¿La homosexualidad te parece una confusión? Te pregunto porque yo soy homosexual.” Hablaba tan firme y "desarmarizada" que ni yo misma creía lo que estaba escuchando. Pero claro, qué mierda, ¿que le pasaba a la yoguini? Entró en pánico, dijo algo tipo “no no, si, claro, no lo que pasa, no, si, no, no sé”. Nunca fue igual para mí, la famosa relación "maestra-alumna", que en el yoga es especialmente fuerte, se había ido al carajo. ¿Qué respeto? Amor y unión, ma non troppo. Nunca entre iguales, que queda feo. Vaffanculo.
Era lógico que de una u otra manera hoy iba a llegar a la homofobia. Hoy, que un “american shooter”, esta especie a la que nos han acostumbrado los poderosos del norte, abrió fuego contra nuestra comunidad y cometió 50 crímenes de odio a repetición, más 53 heridos. Fue en Orlando, Florida, una masacre en un boliche gay. El odio me llena de odio, soy tautológica. No hay nada que me de más ira que la ira, ni más miedo que el miedo. El odio me llena de odio y tendría que ponerme a respirar como sólo en la India saben hacerlo, y saben aceptar las castas y la miseria, y los intocables caminan aún por sus calles con ese nombre de espanto.
Me rompe la cabeza India.
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La idea original para este post era muy divertida. Porque resulta que S. y yo hemos conformado una familia numerosa, con grado cero de planificación. Un día apareció el que después sería el Pussy (si, medio tautológico también ahora que lo pienso) en la plaza, un gatito minúsculo bebé abandonado en un mundo hostil de perros. A los gritos. Fui al rescate y avisé por teléfono: lo entro para que se salve del medioambiente después vemos qué hacemos, tiene tetitas, es una hembra. Debo haber faltado el día que explicaron “mamíferos”. El Pussy fue nuestro primer gato, el rey de la casa, pero tuvo un veterinario forro que primero lo sobremedicó y después lo desatendió y, primerizas nosotras, a los cinco años se nos murió. Una verdadera tristeza.
Atrás de él (y junto, compartieron la casa seis meses) llegó la Cati, ya adulta, abandonada por los vecinos (como el Pancho, es impresionante como la gente se las toma y deja a los bichos, increíble). Un año después las mellizas, depositadas por una mano invisible en nuestro patio: la Lula y la Greta. Y al año siguiente el Tincho, que apareció unos días después que encontré en el fondo el cadáver de un hermanito, al lado de una enorme piedra (nuestro tapial da a una plaza, un primor de cuadro). Cuando el colorado apareció lo entramos de una, antes que lo lapidaran.
Pensé que este post iba a estar dedicado a todos ellos, que tienen unas historias jugosísimas y son un preciosor y me alegran la vida diariamente. Qué corno tienen que ver con la India, se preguntarán. Bueno, es que nosotras no viajamos justamente a causa de nuestra numerosa familia. Lo hemos hecho pocas veces, sobre todo al principio con el Pussy y la Cati, y no es nada fácil. Con cuatro te la voglio dire (estoy muy italiana hoy, debe ser la ira, se me sube la mostaza Filippo, ponele). (Si, soy Cabrera Filippo, con abuelo recién llegado de la Calabria).
¿Y la India? Podrían seguir preguntándose. Bueno, es que dado que decidimos no viajar para no dejar a nuestras mascotas a merced de algún o alguna pobre desdichad@ tratando de entender el millón de detalles de malcrianza en las que se desenvuelven, nos decantamos por los viajes virtuales. Ajá. Hace tres años de esto. Típico delirio de casa habitada por largo tránsito teatrista, hazte profesional del juego que después se te encarna, viste. Y cuando se juega se juega en serio, eso se practica mucho en el teatro, sin dudas.
Lo primero que hice fue bautizar la idea. Tengo un gen bautista. Me encanta dar nombre a lo que sea. Creo que desarrollo proyectos sólo para nombrarlos. Bah, más que para la idea el nombre es para nuestra calidad de navegantes: las cosmopollitas. En esa época me había copado con los mapas mentales, así que hacía dibujos sobre cualquier cosa (me encanta dibujar, lo hago horrible y me divierte mucho). Retraté a “las cosmos” (apócope de entrecasa) y definí los primeros destinos en esta extraordinaria (¿?) ilustración :-p
Desde fines de 2012 esto está pegado con imanes a la heladera. Las cosmos tenían este itinerario, arrancando el 31 de diciembre en Tailandia. Para contextualizarnos ficcionalmente digamos que los traslados se realizan con un sistema parecido a la “energía” de Star Treck, y que en cada lugar de destino se ha copiado a la perfección nuestro hogar para que no extrañemos. Listo. Construído el verosímil (¿?) sólo resta darle forma a la exploración de lo extraño, lo extranjero digamos. ¿Cómo se hará? Comiendo su comida, viendo su cine, escuchando su música, todo el tiempo que se nos de la gana. ¿Excursiones? Si, por supuesto. Por Youtube. Hay turistas que llevan la cámara como una prótesis, es más, de un tiempo a esta parte sólo viajamos en HD. ¿Fotos? Si, claro, se googlea y se guarda en alguna carpeta si amerita. Es bastante inmersivo. La comida lo define, realmente. Y ver películas desde esta perspectiva es diferente, se observan cosas que se habrían pasado por alto en otra oportunidad.
¿Qué? ¿Hay cine tailandés? Naaaa… Y si hay no se debe conseguir… Falacia, falacia. Nos empachamos de muay thai y de Apichatpong Werasethakul entre otros. Todo pirata, es parte de la cosmopollitez (microtorrent y subdivx mediante, esa es la combinación perfecta en esta casa). Vimos más templos budistas de los que nos imaginábamos que podían existir, incluso seguimos tantos videos caseros de los mismos turistas que llegamos a la conclusión de que nos habíamos hecho amigos en el viaje (¡!). Y todavía me arde la jeta de la pasta amarilla de curry o de la pasta roja o de cualquier plato de origen… ¡Qué ricor! Bienvenidos al mundo, ahí está, en casa. Date una vuelta primero por la dietética y comprate todas las especias todas, de a 25 grs. no es para tanto. Y una buena dotación de leche de coco, claro.
¿Y la India? Bufff, ya llegamos. Justo después de Tailandia (no estaba previsto así pero eso es lo bueno de los viajes virtuales, hacés cualquier cosa con el recorrido). Y creo que no nos fuimos más. Perdemos la inmersión (o el grado de obsesión del juego que sólo puede sostenerse durante las vacaciones) pero por aquí se come tai e indio desde entonces (no hindú, eso es para hinduistas, o sea, religiosos (siempre hay que hacer esa aclaración)). Y vemos, desde aquella primera visita, mucho cine de Bollywood, que tampoco conocíamos. Un viaje viajar.
/ / / / /
Suficiente ¿no? Se entiende. Esa era la idea. Pero fue. ¿En nombre de qué voy a sostener una narrativa lúdica, un paseo juguetón sobre sabores e imaginarios mientras nos escupen muertos por la cabeza? Pasa todo el día y todos los días, lo sé. Pero es que mientras ultrapacifistas yoguinis se preocupen por la tanta confusión de los homosexuales del barrio, parecería que querernos viv@s no va a ser suficiente. Y hoy es hoy y dejé todo por hacer hoy y bueno, entonces tengo que respetar lo que siento. Respetarme/los/nos. Me siento perdida, es así.
El poema es mi fuerza.
Cierto. Recordado lo que debo recordar, gracias. Ahora además me acuerdo que esta semana conocí a Chantal Maillard. Una poeta nacida en Bélgica, que viajó a España a los 12 años y vive ahí desde entonces. Filósofa, docente de estética. Su poesía me resulta completamente extraordinaria. Y, oh oh oh, casualidad, tiene un libro que se llama “India”, porque después de doctorarse en filosofía viajó y vivió varias temporadas nada virtuales en el país de nuestro interés listero.
Llega en mi auxilio. Hoy Chantal es mi fuerza. Gracias.
ESCRIBIR (fragmentos)
escribir
para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos
escribir
para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa
aunque en el alma no
en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos
escribir
como condescendencia y como rebeldía
sin elección
sin pausa
porque se va la luz, las fuerzas
se le acaban
y el ser se va de vuelo
en las garras de un ave
carroñera
[…]
escribir para curar
escribir para guarecerse
escribir como si cerrase los ojos
para no cerrarlos
para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva
AÚN
para aplazar la angustia
como simulación
para guiar la mente y que no se desboque
para controlar lo controlable
escribir
como quien deja la luz encendida
y duerme de pie sobre sí mismo
para saldar las cuentas con el miedo
[…]
escribir
con palabras pequeñas
palabras cotidianas
palabras muy concretas
palabrasojo
palabras animales
palabrasbocadegato
ásperas por dentro y por fuera
suaves como «tal vez»
palabraslatigazo
como «demasiado» y «tarde»
escribir
para no mentir
para dejar de mentir
con palabras abstractas
para poder decir tan sólo lo que cuenta
decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme
en este aquí hecho de extraña
duración en lo mismo
repitiéndome
la carne dolorida
los huesos lastimados
los nervios, la piel
tirante, amoratada
el pelo encanecido
el grito sólo postergado
y hoy a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
muere un niño
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada
y algo se me atraganta
tal vez un alarido
largo como las once horas de esta noche
o tal vez la conciencia
que duerme encendida
como una lumbre la conciencia
de todos los que mueren
como una fogata
un espantoso incendio
que prende en las ventanas
de la ciudad y en el mar no se apaga
una conciencia absurda
una antorchahorizonte
la conciencia de todos los que saben
que se están acabando
en sus huesos de antorcha
hoy, mañana, siempre
escribir
todas las muertes son mi muerte
mi grito es el de todos
y no hay consentimiento
escribir
¿para consentir?
¡escribir para rebelarse!
no hay lugar para plegarias
no hay lugar para el sosiego
el ajuste de las almas
se hace en rebeldía
Estamos solas
y nos pertenecemos.
En nosotras está el poder
Somos un pueblo de almas
en rebeldía
¡Despertad!
Lo que escribo aquí
se traza en el aire
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío
escribir
para des-esperar
por todos los que están
por todos
los que fueron
los desaparecidos
escribir para cuidar
sus des
apariciones
para alimentarlas
para que no se enturbien
no tan pronto
no tan siempre
pronto
escribir
[...]
escribir
¿y no hacer literatura?
...
¡y qué mas da!:
hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.
Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse.
En
Decir el hambre,
poemas de Chantal Maillard
y nota de Òscar Solsona
Fundación Inquietudes, 2010