39. E N T U S I A S M O
La palabra, que existió en el latín tardío enthusiasmus, viene del griego ἐνθουσιασμός enthousiasmós que significa 'inspiración divina', 'arrebato', 'éxtasis'. Una voz formada de en + theos = que lleva un dios dentro.
1. m. Exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive. 2. m. Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. 3. m. Furor o arrobamiento de las sibilas al dar sus oráculos. 4. m. Inspiración divina de los poetas antiguos y de los profetas.
"Lleno de dios" dicen por ahí, sobre todo en webs religiosas. La diferencia con 'llevar un dios dentro' es sutil, pero nada menor. ¿Quién llena a quién? (No suena elegante eso). ¿Estoy llena? ¿Soy llenada? (Estaríamos empeorando). ¡Oh dios! ¿Oh dios? ¿De qué hablamos?
Si nos metemos con la etimología de "dios" vamos más fritos todavía. Llegamos a algo así como ser de luz, ponele. Qué temita. Yo con el correr de los años me fui poniendo práctica y, si bien siempre dejo todo el margen necesario de duda para que las cosas que tengan que suceder sucedan (quiero decir, sin que las haya negado de antemano), la verdad que yo es como que creer creer, no puedo. Pero no creer no creer, tampoco. Me resulta igual de extraño una cosa que la otra.
A ver, si me decís energía en lugar de dios, todo se acomoda bastante para mí. Capacidad de acción. Eso. Pila. Estar llena de energía es sinónimo de entusiasmo, potencia. De ahí a bajar a tierra es otra cosa, a veces sale, a veces no. Fuerza. Todo a disposición, siempre. Todo por hacerse. Sentirse así es un estado de plenitud (suele ceñirse a momentos de gran entrega, concentración y pérdida de la noción del tiempo).
Se puede llegar a creer que eso se trae al mundo, como si se viniera formateado para el asunto. En ese caso una se sentiría "bendecida" y entonces es el dios el que te llena. Yo no puedo asegurar nada, y si tengo que dar las gracias las doy con gusto, pero no me consta que así sea. Sí tengo muestras enormes de que soy un ser entusiasta por naturaleza. Qué fácil ¿no? "Por naturaleza". Ya está. Soy así. Queda definido. Convengamos que estamos hablando de algo ¿positivo? (uy, hoy no me viene bien ninguna palabra, estoy en modo comunicación imposible "on"). Mejor convengamos que ser entusiasta no me molesta (en realidad a veces si ahora que lo pienso). Bueno, yo y todos mis yos, dejen de conversar que me confundo. Quiero decir que deslizo en mi discurso un "por naturaleza" y me quedo tranquila porque no estoy hablando a priori de una conducta que tenga deseos de modificar. Algo así. Una cagada de explicación esto, más confuso imposible.
Ponele que esta cosa vino conmigo, se esbozó de alguna manera por lo que fuere y el contexto ayudó a referenciarla. Bárbaro. Pero tenés que bancarte cincuenta y un añitos de entusiasmo, eh. Pila pila pila. ¿De dónde sale eso? ¿Cómo se mantiene? Minga, imposible mantenerlo. ¿Y los períodos en los que brilló por su ausencia? Que los hubo los hubo. ¿Y cuando te olvidás que todo empieza a cada rato y te querés comer el mundo? Sidenote: no hay que olvidarse. Todo empieza a cada rato. Te querés comer el mundo.
El entusiasmo es hijo de la curiosidad. Capaz que no es hijo único, pero no me da para hacerle ahora el arbolito genealógico. Lo que sí sé es que, además, el entusiasmo es nieto de una actitud: la del principiante. No voy a decir "la del niño" porque se pone medio naif por preconcepto general (tengo muchas capas conversacionales hoy mientras escribo, no les voy a dar bola porque me voy por las recontraramas). Pero la única manera de sostener la curiosidad frente a todo es mirar cualquier cosa con los ojos más frescos posibles. Ahí el entusiasmo llega solito, silbando fuerte, como le corresponde.
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Ir hacia las cosas por curiosidad, nunca por miedo. A mí fue justamente el miedo el que me llenó de dios, y eso no tiene nada pero nada que ver con el entusiasmo.
1974. Escuela Juan Bautista Alberdi N° 3, Morón, Provincia de Buenos Aires: monseñor raspanti, así, con minúsculas, me fritó el cerebro. Ese viejo disfrazado se subió al trono en el salón de actos (que era enorme para una nena de nueve años, como el escenario, como la silla oscura y elevada en la que descargó todos sus brillos, sus pompas, su gran bonete fabuloso) y cumplió su misión monseñor: me avisó que yo hacía todo mal y que me iba a ir al infierno. Fue terrible. Me confundió tanto que ni me acordé de él durante cuarenta años (recuperé la anécdota hace un par cuando me puse a pensar en los monstruos de mi vida). Sí me acordaba, pero no sabía TODO lo que me había hecho.
No permitan que ningún monseñor vaya a confundir chicos a la escuela pública.
Mientras que papá era ateo (supongo, el tipo nunca se manifestó al respecto) y mami católica (a su modo personal, muy crítica de la iglesia), en casa se había decidido dejarme crecer tranquila y que el dios lo encontrara cuando me pareciera oportuno, si es que me parecía. Unos capos mis viejos. Pero en un día, en una sola performance, el obispo de Morón me convenció de mi culpa y plantó la semillita. No me quedó otra que correr a casa y pedir la salvación. ¡Cambié de escuela para poder tomar la comunión! Se lo pedí "voluntariamente" a mis padres (las pelotas, lo pidió raspanti con minúsculas a través de mi terror). No sé qué interpretaron mis viejos, pero me da que pensar, creo que ahí no estuvieron tan capos porque me dieron bola. Será que a mami le copó la idea: la escuela parroquial estaba a pocas cuadras de casa, para la pública tenía que ir en colectivo, y después de todo había encontrado al mismo dios que ella...
Así fue que inicié el camino religioso y fui muy devota y me llené de un dios que venía de afuera de mí. Encontré algo menos parecido al miedo y más al entusiasmo en el hecho de sentirme hermanada a los demás. Gran cosa. Que agradezco, aunque se trató mayormente de una concepción (donde en verdad lo experimenté fue en el deporte, en la misma época). Pero sí, entré convencida, plena, activa, los domingos siempre la primera, guitarrista en la misa y así. Hasta que conocí a alguien que tenía relaciones antes de casarse, y no me cabía en la cabeza que eso estuviera mal y estuviera condenada al infierno. No había caso, no podía entenderlo. Y nadie me sabía explicar nada de manera coherente. Hasta lo llevé a confesión, eh. "Tengo estas dudas, padre." "Ah, es una crisis de fe, hija, rezá..." Eso me contestaron. Parece que era algo que se atravesaba, la crisis. Pues a mi se me cayó el sistema. Salí igual de solita como entré: convencida, plena y activa. Me llené de entusiasmo al cambiar la moneda de la culpa por la de la responsabilidad. ¡In your face, monseñor!
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Yo creo. Pero de crear, no de creer.
Mi margen de duda se resuelve ahí solito. Mi doctrina agnóstica, digamos. Porque podría decirse que mi única forma de creer es cuando creo de crear. Me siento unida. Parte de algo que no soy solamente yo, algo mucho más grande. Es genial. Me llena de entusiasmo. Llena al cuadrado de algo que no me importa si existe o no en los términos en los que se lo ha elaborado. Energía. Lo mismo me pasa cuando estoy, por ejemplo, en un lugar como este.
No me alcanzaban los ojos para mirarlo. Laguna Brava, provincia de La Rioja, Argentina, a más de cuatro mil metros de altura. Lo sigo respirando.
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No quería hablar esta vez de mis vicisitudes escrituriles, pero lo necesito. Estoy muy desfasada del cronograma marcado por mi lista. La muy profética sigue marcando el paso de mi vida, pero no alcanzo a seguirle el ritmo. En el post anterior, llena de (oh paradoja) entusiasmo, veía todo multicolor y me ponía las pilas para levantar un atraso. Eran muchos proyectos juntos. Ajá. Tantos que para la 39, durante la 39, no escribí ni una línea. Tenía que cerrar varias cosas antes de irme de viaje (primera salida decididamente turística en nueve años). Podría decirse que fue el entusiasmo lo que no me permitió escribir durante la semana del entusiasmo. ¡Auch!
Hoy corre la semana 42 y las cosas son completamente distintas. Pasaron la 40 = Herramientas, y la 41 = Final(es). Y yo acá clavada todavía en la 39. Me costó un montón escribir esto. Pensé que lo iba a hacer durante el viaje, pero no pude sacar los ojos del paisaje ni cerrar la boca de asombro. Pensé que lo iba a escribir al llegar a casa, pero un femicidio tras otro me empezó a golpear la cara y me llenó de una rabia sorda, espantada, el antónimo del entusiasmo, el vacío de humanidad.
La 42 es la semana de Coincidencias según mi lista. No sé cuándo lograré escribirla. Pero ahora mismo, la coincidencia feliz en mi vida es saber que todas las personas que amo y amé y amaré están tan horrorizadas, asqueadas, cansadas, doloridas, ocupadas y decididas como yo (o mucho más) ante la violencia machista que no para de asesinar mujeres un día tras otro. Decir BASTA al unísono es un buen dios del que llenarse, una forma irreconocible del entusiasmo por su fuente nefasta, pero total, absoluta, completamente urgente y necesaria.
Llenos de dolor y entusiasmo en nuestra fuerza, marchemos mañana.
19 DE OCTUBRE
ellas no están más
el sol y el refugio arrebatados, vejada la luna, dolor, tanto dolor, que se disemina agobia, se aglomera
salir a la calle
como un hematoma producto de la infame acumulación de sangre que no cesa
salir a la calle
somos la obligación de detener lo inaceptable
ahora